RAPACA MORENA GRAL. SAN MARTIN

lunes, 3 de enero de 2011

REVISTA NEWSWEEK: "RICARDO ALFONSÍN, CANDIDATO DE SANGRE"



La famosa revista norteamericana publicó un artículo referido al precandidato presidencial de la UCR, hijo del ex Presidente Raúl Ricardo Alfonsín. (Transcribimos la traducción completa)


"Firme pero no crispado, opositor pero respetuoso, Ricardo Alfonsín intenta demostrar que heredó de su padre no sólo el parecido y el apellido. Y que puede superar el estigma radical de no poder gobernar". Así comienza el artículo sobre Ricardo Alfonsín publicado por la edición argentina de la revista Newsweek. La nota completa

En una pieza conurbana de San Justo, La Matanza, calurosa de sol y de gente, iluminada por una bombita colgante, el vecino alfonsinista del barrio siempre peronista, de acuerdo al mito territorial del propio PJ, informa a Ricardo Alfonsín: "Ricardito, ¿sabés que el suéter color crema que te pusiste el otro día en el acto de Córdoba es igual a uno que usaba tu viejo en la campaña del '83?". "¡Otra que igual! ¡Es el mismo! Estaba fenómeno. ¿Lo iba a tirar?", responde Ricardo y regala una sonrisa gardeliana a los presentes. Una sonrisa familiar y con dientes chiquitos que parecen de leche, pero no lo son. El candidato a presidente más firme que tiene la UCR resuelve así, bien, con humor y verdad, uno de los tantos ping pongs imaginarios que, cada día, se juega y le hacen jugar con la figura omnipresente de su padre, el ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín, quizás el más querido desde la vuelta de la democracia.
El tour por San Justo es parte de su actual campaña presidencial, un encadenado de actos y caminatas minimalistas y de bajo presupuesto. "Nada, ni el rating de la TV, reemplaza el contacto personal. Fui educado en esa escuela de la militancia", resume Alfonsín. Una escuela de franela y amor político en el mano a mano; de mezclarse e intercambiar. Una escuela, también, en la que los votos se cuentan con ábaco.
Lo invito a San Justo, esta tarde de nubes cargadas, un piquetero peronista: Jorge "Huevo" Ceballos, jefe del Movimiento Libres del Sur, una organización de peso en la Provincia de Buenos Aires. Ceballos quiere ser intendente de la Matanza, y si bien está alineado con el Proyecto Sur de Fernando "Pino" Solanas, no descarta nuevos horizontes. Entonces, convocó a Ricardo Alfonsín a su local del conurbano y Ricardo, abierto a expandir su alianza electoral –hoy compuesta por la mayoría del universo radical, el socialismo y el partido de Margarita Stolbizer- aceptó la invitación y rumbeó para La Matanza.
"Richard", así lo llaman los que lo quieren bien, arribó en su Bora full; Con look de correligionario campechano y de clase media. Pantalón azul oscuro de gabardina, marca Legacy; mocasines negros sin medias; y una camisa Kevingston a rayas finitas celestes, símil pijama. El paquete de Derby suaves, en el bolsillo derecho.
Llegó expansivo y afectuoso. Cruzo la calle General Ocampo, capas superpuestas del asfalto barato al sol. Avanzó por el pasto crecido de la vereda; eludió un Peugeot 505 marrón mal estacionado; acarició un perro callejero y, antes de entregarse a su ritual de besitos a mujeres, niños y hombres, se encontró con su padre.
No esperaba a Raúl, esta tarde. Lo vio en una gigantografía, enganchada sobre las rejas del local de los Libres del Sur. El gesto de los piqueteros no lo emocionó. Tampoco lo enojó. En la foto, un Raúl Alfonsín de campaña empuñaba un saludito clásico, ese swing de golf hacia arriba y un costado que le detectó el publicista David Ratto en 1983; y se lo hizo repetir hasta que el eslogan humano prendió.
Los fotógrafos que cubrían el evento le pidieron: "¡Haga el saludo para la foto!", pero Ricardo Alfonsín se negó. La noche anterior a la salida de la Cámara Empresarial de Vicente López, en otra intervención de campaña y ante la insistencia del movilero del programa humorístico CQC, Alfonsín accedió a la empuñadura. "En joda puede ser, pero en serio no", discriminó.
En la foto de San Justo, el Raúl Alfonsín congelado en la campaña épica del '83 – la de la transición democrática, la del preámbulo constitucional recitado por el líder y coreado por las masas- tenía 56 años. Tres menos que los actuales 59 de Ricardo.
Sobre el parecido físico de ambos se ha hablado mucho. Aunque, en definitiva, es algo lógico: un hijo panadero se asemeja a su papá panadero; dentistas con iguales genes también se aproximan. La misma lógica se aplica a estos dos abogados radicales nacidos en Chascomús. Claro que la fórmula familiar padre presidente-hijo presidente es una excepcionalidad histórica que, en la Argentina, sólo se dio en el caso de los Sáenz Peña, hace casi un siglo. Además, lo dicho: de perfil o de tres cuartos, el parecido impresiona. Hay una continuidad kinestésica entre la foto de Raúl del '83 y el Ricardo contemporáneo.
"¡¿Qué quieren que haga?! ¿Qué vaya con actor de teatro para cambiar la manera de comunicarme? ¿Qué me saque los bigotes? ¿Qué estudie una gestualidad diferente? ¡Es la mía, ¿Qué le voy a hacer?!", protesta un Alfonsín pasional pero sin odio.
Sabe que la comparación, resueltos su aspectos más psicológicos, más dañinos o paralizantes, o el prejuicio de que está donde está por mera portación de apellido, le resultará provechosa en lo electoral. Raúl Alfonsín, asegura Ricardo, "era una buena persona, y eso se vio en su despedida". Se refiere a las 100.000 personas que en abril de 2009, en las puertas del Congreso, sobre avenida Callao y rumbo al cementerio de la Recoleta, escenificaron un largo adiós público a Raúl Alfonsín, padre sanguíneo de Ricardo, padre simbólico de la democracia.
La muerte de Alfonsín multiplicó la instalación social de Ricardo; le transfirió la simpatía y el respeto que generaba su padre.
Lo ubicó, por último, en un espacio electoral que no imagino para sí. "Nunca trabajé para esto. Por supuesto que uno, a veces fantasea. L actividad política que fui realizando, más algunas circunstancias que no tienen que ver conmigo, que no controlo, me colocaron aquí. Y ya no me pregunto cuánto hice o no hice para estar acá. Ahora estoy y tengo ganas de pelear", explica Alfonsín a NEWSWEEK.
La similitud entre los Alfonsín esta en el pelo negro (aunque este Ricardo tiene más entradas que aquél Raúl), en el bigotito y en la cara gallega; pero también en el carácter arrebatado, en el talente bonachón y, sobre todo, en la voz. Los Alfonsín comparten laringe y un placer que les cascó la laringe: el cigarrillo.
"¿Alguien me da fuego? ¿O acá también son todos normales?", se queja Ricardo, ya dentro de la pieza conurbana de dos por dos, con esa voz tan susurrada propia de los Alfonsín, de su padre pero también de sus dos hermanos abogados que no se dedican a la política, Raúl Felipe y Javier Ignacio.
En el círculo primario de Ricardo Alfonsín, familia y colaboradores, se instaló el clima de que "tiene que dejar, tiene que dejar de fumar". Un rezo laico que, sin nombrarlo, remite a Raúl y su enfermedad. Y Ricardo, claro, intenta. Pero le cuesta. Hace un par de meses empezó a mascar un chicle de nicotina. Resultado parcial: bajó su promedio a 20 cigarrillos por día.
Una vez, hace casi ya 10 años, consiguió dejar. Pero en 2004, después del tremendo accidente en el murió su hija menor, volvió a fumar. Amparo tenía 15 años cuando se cortó una arteria con una puerta de vidrio en el colegio Jesús María, en Barrio Norte. Más que retomar el cigarrillo, Alfonsín perdió el interés en abandonarlo.
Pero ahora es distinto. Ricardo recuerda que Raúl renunció al hábito un par de años antes de consagrarse presidente. Y ese domingo 5 juró a Luis Majul que había largado después del acto de lanzamiento de su candidatura, el viernes 3. En la entrevista, carraspeó varias veces.
La picardía es otro rasgo alfonsinista. De Ricardo y de Raúl Ricardo. El fanatismo por Independiente, también. Aunque a Ricardo le "tira" más el box. Cada sábado, en su departamento de San Fe y Esmeralda, fuma mientras mira la pelea internacional que transmite el canal Space. Y también la local que, por TyC Sports, relata Osvaldo Príncipi con tono juguetón. Si se pierde una pelea que le interesaba, hace un puchero fugaz y se lamenta, por ejemplo, por no haber visto "la de la Mole Moli en la que ganó por knockout al Carnicero Díaz".
Su otro gran renunciamiento, desde que arrancó fuertemente con la campaña, fue la lectura. Antes trataba de dedicarle tres o cuatro horas por día. Leía, sobre todo, teoría política: al lingüista Noam Chomsky, al italiano Norberto Bobbio y al español Ignacio Ramonet, entre otros autores, de acá y de afuera, ubicados del centro hacia la izquierda ideológica.
Ahora, con suerte, termina un libro al mes. Raúl Alfonsín, en medio de su mandato presidencial, regado de levantamientos militares, hiperinflación y paros cegetistas, por citar los hitos más gruesos y alborotados de la transición democrática, también se apenaba por la falta de lectura. El ex presidente tenía la capacidad de concentración, pero no el tiempo. Ricardo, un militante radical treintañero, en aquella época sin cargo pero con acceso a las reuniones de Olivos en las que se cocinaba el poder político, leía por y para Raúl. Seleccionaba libros de teoría o de coyuntura que le pudieran servir en la gestión; se los subrayaba y le hacía un resumen. Lo mantenía al tanto de los debates del mundo intelectual. Ambos intentaron conjugar lo académico con lo político. Los valores con la responsabilidad. Y así como Raúl Alfonsín contaba con el asesoramiento del Grupo Esmeralda, encabezado por los sociólogos Carlos Portantiero y Emilio de Ipola, Ricardo armó su propio grupo intelectual.
Cada lunes, de 10 a 13 hs, se reúne con el historiador Luis Alberto Romero y los politólogos Marcelo Cavarozzi y María Matilde Ollier, entre otros. El ex vocero de Raúl Alfonsín, Federico Polak, le organiza las citas en el mítico departamento de Santa Fe 1678, donde atendió su padre desde que dejó la presidencia. También participa Mario Brodersohn, ex secretario de Hacienda alfonsinista y, a veces, el ex ministro de Salud Aldo Neri o Jorge Lapeña, ex Secretario de Energía.
A los intelectuales y ex funcionarios que los recibe, en el hall de las oficinas de Santa Fe y Rodríguez Peña, la histórica secretaria de su padre, Margarita Ronco. De los viejos alfonsinistas en actividad, la mayoría apoya la postulación de Ricardo.
Los interminables Federico Storani y Leopoldo Moreau, que siguen controlando parte de la estructura radical bonaerense, son enemigos confesos de Ricardo y están con Julio Cobos. Enrique "Coti" Nosiglia también se jugó por el vicepresidente, sobre todo desde su famoso voto campestre, cuando su consagración nacional parecía un trámite. "Coti" ahora duda, piensa, y quizás se amplíe.
La incorporación más reciente y notoria de la "pata intelectual" fue la del politólogo Guillermo O'Donnell. "Me impresionó que estuviera tan preparado. Ricardo, al igual que su padre, reconoce el valor de las ideas, y si no sabe, pregunta. Además, expresa una tradición republicana con sensibilidad social", dice O'Donnell a NEWSWEEK.
La presentación de su plataforma presidencial y equipos técnicos, coordinados por Carlos Ulrich (ex Subsecretario de Trabajo de su padre) y Agustín Campero (hijo del ex Secretario de Hacienda del alfonsinismo), fue radical en la forma y en el fondo. Se desarrolló, prolijamente, en el primer piso del hotel Castelar, donde se habló de la República, de acuerdos programáticos, de crecimiento y desarrollo.
Ante la tenacidad movilera para que hablara mal de Julio Cobos o de Elisa Carrió, un Alfonsín de traje azul respondió: "Venimos a presentar propuestas y ustedes preguntan por la interna; y después los internistas somos nosotros".
En conclusión, los Alfonsín se parecen. Mucho. En lo de afuera y en lo de adentro, como dicen las modelos. "Ricardo tiene los valores de la decencia de su padre", aporta Julio César Strassera, fiscal en el juicio a las Juntas de la última dictadura, hoy soporte público de la candidatura de Ricardo.
"Ricardo es naturalmente propenso al diálogo, al abuenamiento y al entendimiento. Raúl era un gallego calentón, pero trataba de entenderse con el otro. Ricardo tiene eso", compara el ex ministro Aldo Neri.
En 1999, Ricardo fue electo diputado de la Provincia de Buenos Aires. Fue su primer cargo público. Tenía 47 años. El mantra de ser el "hijo de" lo venía arrastrando desde que ejercía la abogacía en el estudio de su hermano mayor. Cuando se dedicó profesionalmente a la política, se volvió más evidente y cotidiano. Para elogiarlo o condicionarlo, se lo recordaron cada día.
Concebida la filiación como un hecho político, como un axioma para convivir, Ricardo se propuso superar la categoría de "hijo de". "Tuve que pagar muchísimo, entre mis propios correligionarios, por el hecho de llamarme Alfonsín. Abajo, no me pasaba. A nivel dirigencial, sí. Y todavía me pasa", confiesa Ricardo Alfonsín, mientras se acaricia la panza, arrumbado sobre un sillón del living del departamento de Santa Fe. Todo un contraste, por lo relajado y lo antideportivo, con la estampa contenida de Cleto Cobos, adversario dentro de la UCR y aficionado a las maratones.
Según las últimas encuestas propias, Alfonsín clasifica segundo, con 19%, en intención de voto presidencial. Todavía lejos del 33% de la presidente, pero encima del 11 % de Mauricio Macri y de Julio Cobos. Y a años luz del senador Ernesto Sanz, quien se anotó de improviso en la lista radical de presidenciables. Por su perseverante aparición en TN y el buen trato recibido por los diarios nacionales, a Sanz se lo denomina, incluso dentro del ricardismo, "el candidato del establishment".
Con tales cifras, Alfonsín quiere apurar la elección interna, mientras anuda un acuerdo con el socialismo y el GEN de Stolbizer. Pretende, además, que el gobernador santafesino, Hermes Binner, sea su vice.
Para el sociólogo y analista político Gabriel Puricelli, "las virtudes de Alfonsín son su sencillez y mensaje directo, crítico, pero respetuoso, firme pero no crispado, de opositor leal, que se atiene a las reglas de juego. Sus defectos son su falta de gestión ejecutiva y una bonhomía que parte de la ciudadanía percibe como potencial debilidad".
Es que en su plan por la emancipación parcial, por ser "Richard" más que Ricardito, aunque siempre Alfonsín, el diputado eligió un discurso social y progresista que concede algunos méritos a la gestión "K". Un camino peligroso, dentro del mapa sin matices de la política nacional; muy criticado por el cobismo y el sanzismo.
Si la estampita electoral de su padre fue la democracia, la suya es el desarrollo. Un complemento antes que una rectificación. Un argumento diferente, de otras formas.
"Con el crecimiento no alcanza. La educación, la salud, la seguridad y la desigualdad están igual o peor que cuando el Gobierno llegó al poder. ¡Se necesita desarrollo!", fraseo a los gritos el viernes pasado, jadeando entre oraciones, dando latigazos imaginarios con el índice, agotado, con el Congreso de fondo y la Casa de Gobierno delante, en el acto de lanzamiento de su ambición presidencial.
Se hizo cargo, además, de dos fantasmas típicamente radicales: la inflación y la crisis de gobernabilidad. "No hay que temerle a la inflación y a la CGT", aseguró Alfonsín, para quien el estigma de la supuesta incapacidad para gobernar se debe a que, a diferencia del PJ, el radicalismo estuvo al frente del país en contextos desfavorables.
Los organizadores calculan que había en el acto 25.000 manifestantes. Y el '83 revivió en la gente, en las banderas y el canto explícito del "Volveremos, volveremos…". Un aire retro que, en adelante, se repetirá, porque es inevitable y porque conviene. Y Alfonsín, más allá del temor a quedar opacado por la figura paterna, lo sabe.
"El cumplió con su deber y descansa en paz. Ahora nos toca a nosotros cumplir con el nuestro", concluyó, ya de noche sobre la Avenida de Mayo, el hijo respetuoso e inesperado.

fuente:http://www.codigomardelplata.com/ver_noticia_mar_del_plata.asp?codigo=1266

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